La música está llena de ejemplos en donde artistas toman géneros musicales que no son propios de su cultura e identidad, pero que responden a la necesidad de expresar ideas sobre su forma particular de interpretar una obra musical.

La cantante española Rosalía es claramente uno de esos artistas en boga que no solo ha tomado el flamenco como parte de su propuesta musical (escuchar su segundo disco El mal querer), sino que ha realizado un profundo estudio sobre este género y cómo integrarlo en su proyecto de hibridación en el que vemos la presencia del mismo interactuando con la cultura hip hop, la electrónica y el pop. Un buen ejemplo es el tema Malamente.

Sin embargo, hay personas de la cultura gitana quienes consideran que Rosalía no solo se apropia “sin permiso” de su música, sino que de paso la mezcla con otros géneros musicales, desconociendo por completo dicha cultura, llegando por ello a irrespetar y deformar la misma. A esto se debe añadir que no es gitana o siquiera andaluza, sino catalana, por lo que menor derecho tendría de usar algo de esta música. Si no me creen miren este reportaje del diario El País de España.

Este problema tan particular les preocupa a los gitanos, porque consideran que el flamenco les pertenece al hablar de ellos histórica y culturalmente, ser un reflejo de su identidad, una expresión de cómo se han configurado como pueblo a lo largo del tiempo en un transitar lleno de dificultades, las cuales han superado gracias a la música como medio de catarsis para sobrellevar su dura realidad y al mismo tiempo para afirmar la ya mencionada identidad.

A pesar de este hecho, tan común en los debates sobre autenticidad e identidad cultural en ciertas regiones del planeta, la historia de la música, en especial la popular, está llena de procesos de hibridación (jazz, ska, rock, pop, country, salsa, etc.), más desde que aparecieron la radio, el cine y la televisión y ahora internet. Basta con entrar en la red social Youtube y ver la cantidad de géneros musicales de distintos países y culturas, los cuales negocian, dialogan culturalmente con otros para acordar qué de cada género será tomado en cuenta para proponer una forma particular de creación e interpretación. Esto permite generar una mayor tolerancia, interconexión e interdependencia en un entorno global, demostrando que es posible llegar a acuerdos que enriquecen los aportes de cada género, sin suprimir la identidad misma.

El flamenco es un caso de hibridación que se ha dado a lo largo de la historia como cualquier género musical; de por sí no es resultado de un solo pueblo o cultura. Al mismo tiempo, el flamenco se ha fusionado a los largo del siglo XX antes de encontrarse con Rosalía. Un buen ejemplo de ello es el trabajo del pianista español de jazz Chano Domínguez. Ello se puede apreciar en el tema de flamenco jazz Oye como viene presente en la película Calle 54 de Fernando Trueba. Esto, como dato curioso, ningún gitano lo ha considerado apropiación cultural (¿será que lo hecho por Rosalía es visto por los gitanos como música de baja cultura frente al jazz que es de alta cultura, y que por lo tanto, hay géneros que tienen más derecho que otros para fusionar “su música”?). Mientras reflexionan en esto, los invito a escuchar el mencionado tema.

Por cierto, como inciso a esta reflexión vale la pena acotar que el cajón que se usa en el flamenco fue incorporado por Paco de Lucía en la década de 1970, siendo el mismo de origen peruano. Muchos lo llaman cajón flamenco, pero en realidad es cajón peruano. Una clara expresión de procesos de hibridación y negociación cultural en donde Perú aportó (influenció) con uno de sus instrumentos musicales en la forma de composición e interpretación del flamenco.

Continuando con la reflexión, podemos decir, aunque parezca exagerado, que son más las posibilidades que un género musical tiene de persistir en el tiempo si este forma parte de procesos de hibridación que permitan una resignificación, sin por ello perder aquello que lo caracteriza y, a su vez, permita explorar nuevas formas de expresión nunca antes conocidas. De por sí, no existe nada puro en nuestras sociedades, y menos en el arte, que no esté influenciado de alguna manera por otras culturas. Es como el lenguaje verbal, si no se transforma “muere” con el tiempo hasta caer en el olvido o simplemente pasa a ser una pieza de museo que es admirado con curiosidad por los turistas que visitan los pueblos donde se originó.

A pesar de esto, este será un tema de debate histórico que se mantendrá en el tiempo.

Para contar con una reflexión más amplía y así completar lo aquí expuesto, les recomiendo este video de Music Radar Clan.