La sexagésima tercera entrega anual de los premios Grammy se redujo a menos de la mitad del total del año pasado, continuando con una caída alimentada por la pandemia, ahora se ha convertido en un vestigio que alguna vez se consideró uno de los pocos remanentes de transmisiones televisivas imperdibles.
La transmisión de casi 4 horas promedió un mínimo histórico de 8.8 millones de espectadores el domingo, según cifras preliminares de Nielsen. Eso es un 53% menos que los 18,7 millones de la transmisión televisiva del año pasado el 26 de enero, mucho antes de que la pandemia se extendiera lo suficiente como para forzar un cierre y un distanciamiento social. (La nueva cifra incluye a aquellos que transmitieron el programa en CBS.com o el nuevo servicio de transmisión Paramount +).
Las bajas calificaciones en comparación con solo 6,9 millones de espectadores para los Globos de Oro del 28 de febrero, otro récord mínimo para una ceremonia completa, y 6,1 millones para los Premios Emmy en septiembre pasado, lo que permitió a CBS jactarse en un comunicado de prensa de que el retraso de los Grammy en el crecimiento eran la «audiencia más grande para una entrega de premios esa temporada».
Aunque quieran echarle la culpa a la situación actual con la pandemia, la realidad es que estos shows de adoctrinamiento social han venido en declive como vemos en el artículo de: «Hollywood se muere y a nadie le importa» donde analizamos como estas criaturas del supuesto mundo del entretenimiento utilizan simbologías y conceptos extraños para moldear las mentes de sus televidentes.
Hemos visto como estos personajes ficticios han utilizado su nombre para promover agendas como la cultura de la cancelación u otras artimañas políticas como si creyeran que son lo suficientemente influyentes como para dictaminar las directrices de personas que ya están cansadas de tantas mentiras e incongruencias sociales por sus mal llamados líderes de opinión.
En última instancia, Hollywood se trata de control narrativo, no de libertad de expresión. Si tienes un mensaje único o una historia interesante que contar, ellos lo convertirán en algo más, algo que se parezca mucho a cualquier otra historia que se produzca.
Así es como vemos como cada día vemos un declive en todo, desde el arte y la escritura, hasta la economía y los ideales morales que friccionan con la mugre de la mediocridad, a las que nos han sumergido tanto tiempo. La gran pregunta siempre será: ¿Hasta cuándo lo seguiremos permitiendo?