Por Murray N. Rothbard*

*En todos los problemas tratados anteriormente, se criticaba al mercado libre porque de alguna manera es deficiente para la investigación y el desarrollo científicos. En la cuestión de la automatización, la crítica es en realidad la opuesta: que la mejora tecnológica sería de tal magnitud que podría amenazar con consecuencias nefastas, en particular, provocando un gran aumento del desempleo.

Ahora bien, el espectro del «desempleo tecnológico» ha estado con nosotros al menos desde los primeros días de la Revolución Industrial, cuando trabajadores ignorantes destrozaron las máquinas que creaban puestos de trabajo y hacían que mejorase su nivel de vida inconmensurablemente por encima del nivel de subsistencia. A pesar de que esta idea ha sido refutada hasta la saciedad, se repite continuamente; su última manifestación es la opinión moderna de que el desempleo crónico actual durante una recuperación viene causado por un «excesivo» aumento de la productividad (cuando en realidad lo causan los salarios demasiado altos que impulsan los sindicatos). Ya es hora de que esta absurda noción del desempleo tecnológico se acabe de una vez por todas. ¿A quién desplazó de su trabajo la excavadora de vapor? ¿Cuántos millones de excavadores de zanjas están ahora sin trabajo por ello? ¿Dónde están los miles de millones de desempleados que supuestamente causó la sustitución del animal humano por el carro y el camión? ¿Dónde están, si la doctrina del desempleo tecnológico es correcta? ¡Dónde están los millones de desempleados resultantes de la Revolución Industrial! —cuando la verdad es justo la contraria, que miles de mendigos no tenían nada que hacer hasta que la Revolución Industrial los rescató—.

En realidad, una mejora tecnológica en una industria tiene el siguiente resultado: si la demanda del producto es elástica (y aproximadamente la mitad de los productos tienen una demanda elástica), entonces los precios más bajos y los costos más bajos del producto estimularán el aumento de la demanda y de la producción y la expansión del empleo en esa industria. Si la demanda es inelástica, entonces la mejora ocasionará que se dediquen menos recursos y haya menos empleo en el sector; pero dado que los precios han disminuido, los consumidores podrán emplear el dinero que anteriormente habrían gastado en esa industria y gastarlo en otra cosa, generando así más empleo en las demás industrias. Una de esas «otras industrias» que prosperará, será la industria de fabricación de nuevas máquinas o nuevos productos. Así que: no hay un remanente de desempleo de origen tecnológico. La automatización tendrá el mismo efecto que cualquier mejora tecnológica, expandirá el empleo en algunas industrias y lo contraerá en otras —pero sin crear ningún remanente o bolsa de desempleo—. Al tratar el problema del desempleo tecnológico, el conde de Halsbury escribe que él no conoce ningún caso en que el progreso tecnológico haya causado un desempleo prolongado o, de hecho, ni siquiera uno en el que la regresión tecnológica cause desempleo.

Más específicamente, con la automatización se espera que aumente la demanda de trabajadores cualificados en la industria y disminuya la de los no cualificados, que pueden cambiar de empleo (continuando así las recientes tendencias pro- automatización) y trabajar en oficios que no se puedan automatizar. Halsbury calculó que esas reasignaciones en la práctica no generan desempleo, ni siquiera temporal, puesto que hay una tasa de un 2 por ciento de rotación «natural» anual en la industria, por la jubilación de trabajadores mayores y la entrada de trabajadores jóvenes, con lo que existe una tasa elevada de reposición de efectivos no causada por la automatización. Por ello el recurso a la contratación de jubilados será una buena medida de defensa contra el desempleo, incluso contra el paro temporal. Argyle agrega que hay un margen aún mayor para la movilidad ya que, con independencia de esa medida, cerca del 10 por ciento de los trabajadores se marcha cada año de su empresa por otras razones lo que también protege contra el desempleo forzoso.

Muchos de los trabajadores semicualificados, e incluso los no cualificados, pasarán de trabajos rutinarios, tipo línea de montaje, a trabajos mejor pagados, más cualificados y variados. En gran medida es el trabajo de rutina el que se eliminará. En muchos casos, la automatización ni siquiera reducirá el número de trabajadores en las ocupaciones específicamente afectadas. Así, Halsbury estima que la contabilidad computerizada, que permitirá un cálculo más baratos y más económico de las nóminas, y un control de inventarios y de existencias más rápido, también planteará y resolverá una serie de nuevos problemas, que las empresas ni siquiera podrían haber pensado antes: como «la producción programada». Como resultado, predice que dentro de una generación será necesario contratar a tantos contables como hoy en día, excepto que éstos necesitarán tener más habilidades de las que requieren ahora.

La automatización será ampliamente aplicada, y es cierto que únicamente será económicamente viable en las industrias de producción en masa, tales como en fabricación, productos eléctricos, maquinaria de oficina. En áreas como esas será factible, tanto en las pequeñas empresas (gracias al nuevo «control digital») como en las grandes. Sin embargo, todavía habrá mucho espacio para productos caseros, de artesanía, servicios personales, etc… Y Woollard advierte contra la exagerada sobrevaloración de lo que supondrá la automatización en la fabricación:

si con el término «fábrica automática» uno tiene la tentación de pensar en una fábrica en la que los materiales se cargan al principio de la semana, luego todos los trabajadores se marchan a casa a jugar al golf esperando entrar el sábado por la mañana y encontrar el trabajo hecho y cargado en camiones para ser despachados, la fábrica automática es solo un sueño imposible. Dudo mucho que alguna vez veamos algo así. (Woollard)

Además, industrias como el transporte y el comercio minorista no parecen estar adaptadas a la automatización. Y Spencer estima que la automatización de la oficina, aunque requiere un considerable reentrenamiento y actualización del personal de oficina, no conducirá a una reducción general del trabajo administrativo. Las necesidades de trabajo de oficina han ido en constante aumento, debido a la mayor complejidad de la industria y el efecto de las computadoras será detener o reducir este crecimiento, no condenar al paro a mucho personal de oficina; reducirá considerablemente los trabajos pesados del trabajo administrativo actual. El optimismo racional sobre los efectos de la automatización en el empleo ha sido bien expresado por H.R. Nicholas, uno de los líderes sindicales más destacados de Gran Bretaña. Nicholas señala que la automatización crea empleo, que nuestra tecnología actual ha sido una gran ayuda, más que una desventaja, para el empleo. Nicholas señala que gracias a la prosperidad de la industria el número de empleados en nuestras industrias que están actualmente más automatizadas, como la del petróleo, se ha expandido en lugar de contraerse. Ha habido más trabajo en buques- cisterna, ferrocarriles, camiones, etc…, para transportar el petróleo, para los astilleros que construyen esos buques-cisterna, para ayuda gerencial, comercial y de mantenimiento en la industria: ninguno de ellos será desplazado por la automatización.

Hay una cuestión acerca de la automatización que no se debe pasar por alto:

mejorará en gran medida la seguridad del trabajo industrial, y muchos de los trabajos inseguros (como el manejo de materiales atómicos y fisionables) se realizarán automáticamente (Informe Automatización y cambio tecnológico).

Dejemos, por lo tanto, de lado el viejo coco Luddita (la destrucción de las máquinas) del desempleo tecnológico y recibamos con entusiasmo los adelantos modernos de la automatización por lo que es y será: un excelente método para aumentar enormemente el nivel de vida y el tiempo de ocio de todos nosotros. Por lo tanto, podemos vitorear al Subcomité de Douglas cuando informó lo siguiente:

Una cosa muy gratificante que apareció durante las audiencias fue la evidencia de que todos los agentes de la economía estadounidense aceptan y agradecen el progreso, el cambio y el aumento de la productividad. Esta flexibilidad de la mente y el temperamento ha sido una característica conspicua de la industria estadounidense durante generaciones, en conocido contraste con los de muchos otros países. Ni un solo testigo levantó la voz en oposición a la automatización y el avance de la tecnología. Esto se aplicaba tanto a los representantes sindicales de los trabajadores como a la gerencia… Por supuesto los trabajadores han aprendido la lección y saben que la maquinaria automática reduce el trabajo pesado del trabajador individual, contribuye en gran medida a su bienestar y a un mejor nivel de vida para todos. (Ibid).

En Murray N. Rothbard, Ciencia, Tecnología y Gobierno, capítulo 11, Automatización

*Murray N. Rothbard fue un economista, historiador y teórico político estadounidense. Fue parte de la Escuela austriaca de economía, la que se autodefine como «la ciencia económica del libre mercado». Rothbard se conoce como uno de los autores que definió al liberalismo moderno, también conocido como libertarismo. En su doctrina económica planteó la idea de un anarquismo de propiedad privada, al que denominó anarcocapitalismo.